En verano los electrodomésticos “sufren” las consecuencias de las altas temperaturas. El frigorífico es uno de los aparatos que más usamos. El calor hace que tenga que gastar más para enfriar lo mismo y la cantidad de veces que lo abrimos hace que se pierda energía más rápido.
Si tenemos un frigorífico que ya no rinde, el verano es un momento perfecto para plantearse cambiarlo y aprovechar toda la capacidad del nuevo. En cualquier caso, sea el tipo de frigorífico que sea y tanto si es nuevo como si no, conviene tener unas cuantas recomendaciones en cuenta para darle más mimos que nunca y procurar que note lo menos posible el cambio:
- Cuida de que la temperatura de nevera y congelador sean las adecuadas para mantener todo fresco dentro pero sin excederse pensando en lo llena que habitualmente está, el número de veces que se abre, cuál es la temperatura exterior… No hace falta que los refrescos salgan escarchados.
- Asegúrate de que cierra bien.
- No coloques el aparato cerca de sitios que despidan calor (cocina, lavavajillas…).
- Optimiza la organización de los alimentos para que puedas cogerlos fácilmente y no tengas la puerta abierta mucho rato cada vez que necesites algo.
- Coloca los alimentos tal y como te indican en las instrucciones de la nevera y no la tengas ni muy llena, ni muy vacía. Recuerda que una nevera llena consume menos que una vacía.
- Cuando tengas que descongelar alimentos usa la nevera. Sácalos del congelador y colócalos en la nevera de modo que la descongelación se haga más suavemente y además utilizas la fuente de frío del alimento para ayudar al aparato a no gastar tanto.
- Mantenla libre de escarcha. Vacíala y descongélala cada año y límpiala con productos específicos para ello, sin usar estropajos o productos abrasivos.
Todos estos consejos alargarán la vida de tu nevera y conseguirán que la conservación sea lo mejor posible.