A vueltas con la subida de la luz.

por | Oct 28, 2021 | Editoriales

A nadie se le escapa el problema añadido que en la actual situación supone la subida de la luz para las empresas, que no están recibiendo las ayudas prometidas y que encima ven subir sus costes sustancialmente, en el caso de la luz mas de un 50%. Igualmente es un problema grave para los consumidores, que además se ven obligados a usar sus electrodomésticos en horarios imposibles si quieren reducir un poco su factura.  Este mes de septiembre, España ha sido el país de la Unión Europea con el precio de la luz más caro, el nivel más alto en 20 años. En general, en Francia, Alemania y los países de Europa central hay precios más bajos que en España, Portugal, Italia o Grecia.

¿Por qué es tan cara la electricidad en España? Pues en primer lugar porque no producimos lo suficiente. Importamos el 80% de la energía que consumimos. La energía de producción propia se concentra en el carbón, de escasa calidad y costosa explotación, la energía hidráulica, barata pero inestable por los períodos de sequía, y las energías renovables que son, con diferencia, las tecnologías más costosas. El Gobierno tomó la decisión de prescindir de las centrales nucleares, que producen energía más barata (pero sin embargo compramos a Francia su energía producida precisamente en estas).

Así, en esta última escalada de precios confluyen los tres factores que definen el coste de la electricidad:

1.- El precio del gas. Se necesita gas para generación eléctrica (ya que no son suficientes las energías mas baratas como las renovables y la nuclear). Hay que acudir a los ciclos combinados de gas para cubrir la demanda. Consecuencia, hay que quemar mucho gas, que hay que importar del exterior, y su precio está disparado. El precio de la electricidad se fija en una subasta, y en más del 80% de las sesiones es esta tecnología la que determina el precio. Las organizaciones de consumidores como Facua y la OCU apuntan a que las subastas no son transparentes y que no garantizan la libre competencia.

Pero este coste solo determina parte de la factura. Aproximadamente un 40% está relacionado con peajes por transporte y distribución de electricidad, y un 25% son impuestos, como veremos.

2.- El precio de los derechos de emisión de CO2 (que son una penalización para poder emitir gases contaminantes). ¿Por que tan altos? Como consecuencia de las políticas de la UE para penalizar las tecnologías más contaminantes hasta hacerlas ineficaces (una transición que, como siempre, acaban pagando los consumidores). Y, por último,

3.- La fuerte demanda, en este caso por las olas de calor, cada vez más intensas.

Poner la lavadora últimamente tiene un coste en hora punta de más del doble que en la misma fecha el año pasado. Igual pasa con el lavavajillas.

¿Cómo entender el recibo? A todo esta complicada situación se añade que el recibo de la luz es un galimatías, compuesto por muchos conceptos, empezando por dos fundamentales:

  • El coste fijo. Un coste por disponer de electricidad, y que se paga por cada kW de potencia contratada.
  • El coste de la electricidad consumida en los diferentes tramos horarios que tenga nuestra tarifa.

Y además hay que añadirle otros conceptos, como los impuestos, el alquiler del contador y otros servicios, como los peajes de acceso (pago por el uso de redes de distribución de la energía eléctrica) entre otras cosas. Estos peajes y cargos se pagan a la distribuidora, y el coste de la energía a la comercializadora. Además, hay que tener claro que las facturas son distintas en el mercado regulado y en el mercado libre, donde se puede llegar a un acuerdo con la comercializadora que incluso puede ofertar precio fijo mensual.

Por tanto, el sistema eléctrico está muy intervenido y el Estado utiliza el recibo de la luz para cobrar impuestos y subvenciones relacionadas con la energía. El precio real de la energía consumida representaría únicamente entre el 24%-35% (porcentaje distinto según las diversas fuentes). Y ahora entramos en otros conceptos distintos. Alrededor del 50-55% corresponde a los peajes –el coste de las redes de transporte y distribución– y cargos – subvenciones a las renovables, llamadas «primas» y también al déficit de tarifa o amortización de la deuda acumulada, se trata del desfase entre la tarifa que se cobra y el coste real, más alto, que se ha venido acumulando con los años. Y el resto impuestos (IVA, uno de los mayores de Europa y cuya reducción al 10% para los hogares no ha podido absorber los altos costes del gas); e impuesto especial sobre la electricidad, un 5,113%.

Los nuevos impuestos a la generación eléctrica que han ido estableciendo los gobiernos se suponía que afectarían solo a las empresas eléctricas, pero estaba claro el riesgo de que este coste se acabe trasladando al recibo de la luz.

¿Qué podemos hacer?

Los pequeños consumidores que están en el Precio Voluntario al Pequeño Consumidor (PVPC, la tarifa por defecto fijada por la ley) y que suponen 11 millones de clientes y 10% de la energía consumida, son los más perjudicados, con el agravante de que la nueva estructura tarifaria introducida por el Gobierno penaliza los consumos en las horas en las que los ciudadanos están en casa al cargar la inmensa mayoría de los costes eléctricos regulados (costes al margen de la propia energía) en las horas pico. Se penaliza el descanso del consumidor y sus vecinos al obligarles a usar sus electrodomésticos en horarios nocturnos. Por tanto podemos presionar a nuestros representantes políticos para reducir los costes no asociados al propio consumo y que establezcan horarios más racionales para la tarifa. Presionar también al gobierno para que quite del recibo de la luz costes no relacionados directamente con nuestro consumo.

Y finalmente también podemos tener cuidado con el consumo fantasma. Se trata, como indicó nuestro Secretario Carlos Moreno-Figueroa en Antena 3, de ese consumo residual de los aparatos apagados pero conectados a la red. Esa bombillita roja del «stand by» puede representar entre un 8-10% de la factura final, hasta 130 euros al año. Hay que replantearse desconectar de la red los electrodomésticos cuando no los usemos. Y por supuesto comprar electrodomésticos de alta eficiencia energética, ya que los electrodomésticos suponen hasta el 70% del gasto eléctrico del hogar. Aparatos con menor consumo debido a su diseño optimizado, y programables para aprovechar las horas valle, pueden suponer una reducción de hasta la mitad de nuestro consumo mensual de energía eléctrica.